Los fascistas ya no tienen que ocultarse porque incluso gobiernan. La homofobia y la xenofobia se normalizan tanto como la violencia machista. Europa muere, asesinada por el mismo virus de odio que la destruyó hace menos de un siglo.
Manadas de manadas andan sueltas. Manadas machistas, xenófobas, homófobas, fascistas. En España, dos jueces dejan en libertad provisional a cinco violadores con el argumento de que son tan conocidos que no es probable que puedan reincidir. Ahora la responsabilidad no es de los delincuentes, es de las mujeres que tendrán que evitar encontrárselos. De ellos no podemos fiarnos porque ni siquiera creen que lo que hicieron fuera una violación.
Así es como follan: acorralando, intimidando, sometiendo, humillando a la mujer. No les parece que sea violar. Tampoco se lo parece a la manada social que les justifica, ni a la justicia patriarcal que les exculpa, ni a la jauría mediática que normaliza su comportamiento entrevistando a sus familiares y vecinos. Jamás lo harían con un caso de pederastia, por respeto a la víctima, pero la violencia contra las mujeres se minimiza. En el fondo, se sigue dudando de ellas.
Un fantasma recorre Europa y el mundo: el fantasma del fascismo ha vuelto como si hubiéramos olvidado el pasado reciente. Trump llama criminales a los migrantes, Salvini a los gitanos. El primero separa a niños de sus familias y los enjaula, el segundo blinda los puertos contra “la carne humana”. En Hungría aprueban penas de cárcel para quien ayude a refugiados y se suspende el musical Billy Elliot por una campaña gubernamental y mediática contra la homosexualidad.
Los ultras de Bulgaria, Austria y Alemania piden cerrar fronteras y abrir centros de detención de extranjeros fuera de la Unión. Da igual que un estudio vuelva a demostrar que la inmigración ha producido enormes beneficios a los países europeos en los últimos 30 años: aumentan el consumo, suben el PIB y reducen el déficit, rejuvenecen a la población y gastan menos servicios sociales de lo que dan vía impuestos. Pero es mejor meter miedo para sacar votos, que contar la verdad.
Los nazis y fascistas ya no tienen que ocultarse porque incluso gobiernan. La homofobia y la xenofobia se normalizan y minimizan tanto como la violencia machista. Europa muere, asesinada por el mismo virus de odio que la destruyó hace menos de un siglo. Sólo unos pocos gobiernos, Merkel, Macron, el nuestro, reaccionan estrechando lazos europeos y ofreciendo ayuda a quien lo necesita.
Nosotros también lo necesitamos si no queremos naufragar y volver a hundirnos en baños de sangre. Necesitamos más sociedad civil, más manifestaciones en la calle, más respuesta social, más participación ciudadana, más intelectuales comprometidos y movilizados, más acción conjunta de ayuntamientos, comunidades y gobiernos, más pedagogía en los medios frente al racismo, la homofobia y el machismo, más Europa y menos nacionalismos, más democracia frente al fascismo. Avisados estamos por la Historia.
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